[00:00:07] Bienvenidos a Communium Sanctorum, La Historia de la Iglesia Cristiana, temporada 1 con Lance Ralston. Este episodio número 58 de Communum Sanctorum se titula, Negocios de Monjes, primera parte, y es el primero de varios episodios en los que echaremos un
[00:00:29] vistazo a los movimientos monásticos en la historia de la iglesia. Me doy cuenta de que esto puede no sonar muy emocionante para algunos. La perspectiva de profundizar en esta parte de la
[00:00:40] historia tampoco me interesaba mucho, hasta que me di cuenta de lo rico que era. Ves, al ser un poco fan de la obra de J. Edwin Orr, me encanta la historia del avivamiento. Pues bien, resulta
[00:00:55] que cada nuevo movimiento monástico era a menudo un nuevo movimiento del Espíritu de Dios en la renovación. Varios fueron un nuevo odre para la obra de Dios. Merece la pena dedicar algún tiempo
[00:01:08] a desentrañar las raíces del monacato. Empecemos. El tiempo de ocio para conversar sobre filosofía con los amigos era muy apreciado en el mundo antiguo. Incluso, si alguien no tenía la capacidad
[00:01:24] intelectual necesaria para ser elocuente sobre la filosofía, estaba de moda expresar su deseo de disponer de ese ocio intelectual, o otium, como se llamaba, pero por supuesto estaba demasiado ocupado sirviendo al prójimo. Era la versión antigua de no tengo tiempo para mí. A veces,
[00:01:47] como el famoso orador romano Cicerón, los antiguos se disponían de tiempo para esa reflexión y debate ilustrado, y se retiraban a escribir sobre temas como el deber, la amistad y la vejez. Aquel altísimo
[00:02:02] intelecto y teólogo Agustín de Hipona tuvo el mismo deseo de joven, y cuando se hizo cristiano en el año 386, dejó su cátedra de oratoría para dedicar su vida a la contemplación y la escritura.
[00:02:17] Se retiró con un grupo de amigos, su hijo y su madre, a una casa en el lago de Como, para discutir y luego escribir sobre la vida feliz, el orden y otros temas similares, en los que compartían intereses
[00:02:33] de tanto la filosofía clásica como el cristianismo. Cuando regresó a su ciudad natal en el norte de África, creó una comunidad en la que él y sus amigos podían llevar una vida monástica, apartados
[00:02:46] del mundo, estudiando las escrituras y orando. El contemporáneo de Agustín, Jerónimo, traductor de la Biblia Latina conocida como la Vulgata, sintió el mismo tirón, y también él hizo una serie
[00:03:00] de intentos de vivir apartado del mundo para poder entregarse a la reflexión filosófica. ¡Ay! La buena vida. Esa sensación de llamada divina a una versión cristiana de esta vida de retiro
[00:03:15] filosófico, tenía una importante diferencia con la versión antigua y pagana. Aunque la lectura y la meditación seguían siendo centrales, se añadió a la mezcla la llamada al hacerlo en
[00:03:29] concierto con otras personas que también se apartaban del mundo tanto espiritual como físicamente. Para los monjes y monjas que buscaban esa vida comunitaria, lo crucial era la llamada a un modo
[00:03:43] de vida que permitiera apartarse y pasar tiempo con Dios en la oración y la adoración. La oración era el Opus Dei, la obra de Dios. Tal y como se concibió originalmente, hacerse monje o monja
[00:03:59] era intentar obedecer plenamente el mandamiento de amar a Dios con todo lo que uno es y tiene. En la Edad Media también se entendía como un cumplimiento del mandamiento de amar al prójimo,
[00:04:10] pues los monjes y monjas oraban por el mundo. Realmente creían que la oración era una tarea importante en nombre de un mundo moral y espiritualmente necesitado de almas perdidas. Así pues, entre los miembros de un monasterio estaban los que oraban, los que gobernaban y
[00:04:30] los que trabajaban. Los más importantes para la sociedad eran los que oraban. Se desarrolló una diferencia entre los movimientos monásticos de Oriente y Occidente. En el Oriente, los padres del desierto marcaron la pauta. Eran ermitaños que adoptaron formas extremas de piedad y
[00:04:49] asceticismo. Se les consideraba centros de influencia espiritual, autoridades que podían ayudar a la gente corriente con sus problemas. Los estilitas, por ejemplo, vivían en plataformas elevadas sentados en postes y eran objeto de reverencia para quienes acudían a pedir
[00:05:07] consejo. Otros, aislados del mundo en cuevas o chozas, procuraban negarse de todo contacto con las tentaciones del mundo, especialmente con las mujeres. Había en ellos una evidente preocupación por los peligros de la carne, que era en parte una herencia de la convicción
[00:05:25] de los dualistas griegos de que la materia y el mundo físico eran irremediablemente malos. Me detengo para hacer una observación personal y pastoral. Así que advertencia, sigue una opinión descarada. No puedes leer el Nuevo
[00:05:44] Testamento sin ver la llamada a la santidad en la vida cristiana. Pero esa santidad es una obra de la gracia de Dios ya que el Espíritu Santo capacita al creyente para vivir una vida agradable a Dios. La santidad del Nuevo Testamento es un privilegio gozoso, no una
[00:06:01] pesada carga ni un deber. La santidad del Nuevo Testamento mejora la vida, nunca la disminuye. Esto es lo que Jesús modeló también y es por lo que los auténticos buscadores
[00:06:14] de Dios se sentían atraídos por Él. Era atractivo. No se limitaba a ser santidad sino era santo. Sin embargo nadie tenía más vida y dondequiera que iba, las cosas muertas cobraban
[00:06:28] vida. Como seguidores de Jesús se supone que debemos ser santos de la misma manera. Pero si somos sinceros tendríamos que admitir, para la gran mayoría la santidad se concibe como una carga de perfección moral seca y aburrida y que absorbe la vida. La verdadera
[00:06:46] santidad no es un cumplimiento de reglas religiosas, no es una lista de proscripciones morales, un conjunto de no lo hagas o te castigaré con la ira divina y te arrojaré tu miserable alma a las llamas eternas. La santidad del Nuevo Testamento es una marca de la vida real.
[00:07:04] La que Jesús resucitó para darnos es Jesús viviendo en y a través de nosotros. Los padres del desierto, los ermitaños que siguieron su ejemplo estaban muy influenciados por la visión dualista del mundo griego, según la cual toda la materia era mala y
[00:07:21] sólo el espíritu era bueno. La santidad significaba un intento de evitar cualquier activismo de placer físico y retirarse a la vida de la mente. Este pensamiento fue la principal fuerza que influyó en el movimiento monástico a medida que avanzaba tanto en
[00:07:38] Oriente como en el Occidente. Pero en el Oriente los monjes eran ermitaños que perseguían su estilo de vida en aislamiento, mientras que en el Occidente tendían a perseguirlo en concierto y en una vida comunitaria. A medida que avancemos veremos que algunos líderes
[00:07:57] monásticos se dieron cuenta de que considerar la santidad como una negación negativa de la carne, en lugar de un abrazo positivo del amor y la verdad de Cristo era un error que intentaban reformar. En el Oriente, aunque los monjes podían vivir
[00:08:15] en grupo, no buscaban la comunidad, no conversaban ni trabajaban juntos en una causa común, se limitaban a compartir celdas una al lado de la otra y cada uno seguía su propio horario.
[00:08:28] Su único contacto real era que comían juntos y podrían orar juntos. Esta tradición continúa hasta hoy en el monte de Atos, en el norte de Grecia, donde los monjes viven en soledad
[00:08:41] y oración en celdas en lo alto de los alcantillados con la comida bajada en cestas. Un acontecimiento crucial en el monacato occidental tuvo lugar en el siglo VI, cuando Benito de Nursia se retiró con un grupo de amigos para llevar una vida ascética. Esto le llevó
[00:09:00] a reflexionar seriamente sobre la forma en que se debía organizar la vida religiosa. Benito dispuso que grupos de doce monjes vivieran juntos en pequeñas comunidades. Luego se trasladó al Monte Cassino donde en el año 529 fundó el monasterio que se convirtió en la casa
[00:09:20] madre de la orden benedictina. La regla de vida que elaboró ahí era una síntesis de los elementos de las reglas existentes para la vida monástica. A partir de este momento
[00:09:31] la regla de San Benito marcó la pauta de la vida religiosa hasta el siglo XII. La regla lograba un buen equilibrio de trabajo entre el cuerpo y el alma. Pretendía la moderación
[00:09:43] y el orden. Decía que los que se apartaban del mundo para vivir una vida dedicada a Dios no debían someterse a un asceticismo extremo. Debían vivir en pobreza y castidad y en obediencia
[00:09:55] a su abad, pero no deberían sentir la necesidad de embrutecer su carne con cosas como azotes y silicios. Debían comer con moderación pero sin pasar hambre. Deberían equilibrar su tiempo de forma regular y ordenada entre el trabajo manual, la lectura y la oración.
[00:10:12] Su verdadero trabajo para Dios. Debían tener siete actos de culto regulares en el día conocido como horas, a los que asistiera toda la comunidad. En la visión de Benito el yugo
[00:10:24] monástico debía ser dulce, la carga ligera. El monasterio era una escuela de servicio del Señor en la que el alma bautizada progresaba en la vida cristiana. En el periodo anglosajón de la historia de Inglaterra los monjes formaban una parte importante
[00:10:41] de la población. Había varios monasterios dobles en los que convivían comunidades de monjes y monjas. Varias abadesas llamadas abadesas demostraron ser líderes destacadas. Hilda, la abadesa del monasterio doble de Whitby desempeñó un papel importante en el sino
[00:11:00] de Whitby en el año 664. Una característica común de la vida monástica en el occidente era que estaba reservada en gran medida a las clases altas. Los siervos por lo general
[00:11:12] no tenían la libertad de convertirse en monjes. Las casas de monjes y monjas eran destinatarias del patrocinio de la nobleza y de la realeza, normalmente porque los nobles pensaban que apoyando un empeño tan santo, promovían su caso espiritual con Dios.
[00:11:29] Recuerda también que aunque el primogénito lo heredaba todo, los hijos posteriores eran una causa potencial de malestar si decidían competir con su hermano mayor para obtener la primogenitura. Por eso los hijos sobrantes de buena cuna solían ser entregados por sus
[00:11:46] familias a las comunidades monásticas. Entonces se les encargaba el deber religioso de toda la familia. Era una especie de sustitutos espirituales cuya tarea consistía en producir un excedente de piedad que el resto de la familia pudiera aprovechar. Las familias ricas
[00:12:05] y poderosas donaban monasterios, tierras y haciendas por el bien de las almas de sus miembros. Los gobernantes y los soldados estaban demasiado ocupados para ocuparse de la vida espiritual, por lo que los profesionales procedentes de sus propias familias podrían ayudarles
[00:12:22] haciéndolo en su nombre. Una consecuencia de esto fue que a finales de la edad media el abad o la abadesa solía ser un noble o una mujer. A menudo se le elegía
[00:12:34] por ser la más alta de nacimiento en el monasterio o convento y no por sus poderes naturales de liderazgo o por su destacada espiritualidad. La cruel caricatura de Chaucer de una priora
[00:12:47] del siglo XIV muestra a una mujer que habría estado mucho más a gusto en una casa de campo jugando con sus perros. En estos rasgos del mecenazgo noble de la vida religiosa se encontraba
[00:12:59] no sólo el sello de la aprobación de la sociedad, sino también el potencial de la decadencia. Las casas monásticas que se enriquecían y se llenaba de a quienes no habían elegido
[00:13:11] entrar en la vida religiosa, sino que habían sido puestos ahí en la infancia, a menudo se volvían decadentes. Las reformas cluniacenses del siglo X fueron una consecuencia del reconocimiento de que era necesario apretar la nave si no se quería perder la orden benedictina por
[00:13:28] completo. En la comuna de Cluny y en las casas que la imitaron, el nivel de exigencia era alto, aunque también en este caso existía el peligro de distorsión de la visión benedictina
[00:13:40] original. Las casas cluniacenses tenían reglas adicionales y el grado de rigidez que comprometía a la simplicidad original de la vida benedictina. A finales del siglo XI varios acontecimientos alteraron radicalmente el abanico de opciones para los occidentales que querían entrar
[00:14:00] en un monasterio. El primero fue un cambio de moda, que animó a los matrimonios de edad madura a decidir terminar sus días como monje o monja. Un caballero que había luchado en
[00:14:11] las guerras podía llegar a un acuerdo con su esposa para que entraran en casas religiosas separadas. El ingreso de adultos de este tipo lo hacían quienes realmente querían estar ahí y tenía el potencial de alterar la balanza a favor del compromiso serio.
[00:14:27] Pero estos adultos maduros no eran los únicos que entraban en los monasterios. Se puso de moda que los más jóvenes se dirigiesen a un monasterio en el que la educación se había convertido en algo de primer orden. Entonces los monasterios empezaron a especializarse
[00:14:42] en diversas actividades. Fue una época de experimentación. De este modo de experimentación surgió una nueva orden inmensamente importante. Los cirtercienses. Utilizaban la regla benedictina, pero tenían una serie de prioridades diferentes. La primera era la determinación de protegerse
[00:15:03] de los peligros que podían acarrear el hacerse demasiado ricos. ¿Demasiado ricos? ¿Te preguntarás? ¿Cómo es eso posible si habías hecho un voto de pobreza? ¡Ah! Ahí está el problema.
[00:15:15] Sí, los monjes y las monjas habían hecho un voto de pobreza, pero su estilo de vida incluía la diligencia en el trabajo. Y algunas mentes brillantes se habían unido a los monasterios
[00:15:27] por lo que habían ideado métodos ingeniosos para realizar su trabajo de forma más productiva, aumentando el rendimiento de las cosechas y productos. Al ser hábiles, hombres de negocios, hacían buenos tratos y maximizaban los beneficios que ingresaban en la cuenta del monasterio.
[00:15:44] Pero los monjes individuales por supuesto no se beneficiaban de ello. Los fondos se utilizaban para ampliar los recursos e instalaciones del monasterio. De este modo se obtenían beneficios aún mayores, que luego se utilizaron para mejorar el propio monasterio. Las celdas de
[00:16:01] los monjes se hicieron más bonitas. La comida mejor, los terrenos más suntuosos, la biblioteca más amplia. Los monjes recibieron nuevos trajes. En apariencia las cosas eran técnicamente iguales. No poseían nada personalmente, pero de hecho su mundo monástico se mejoró
[00:16:19] significativamente. Los cistercienses respondieron a esto construyendo casas en lugares remotos y manteniéndolas como alojamiento sencillo y desnudo. También crearon un lugar para las personas de las clases sociales más bajas que tenían vocación, pero querían entregarse
[00:16:38] más completamente a Dios durante un periodo de tiempo. A estos se les llamó hermanos laicos. El sorprendente éxito inicial de los cistercienses se debió a Bernardo de Claraval. Cuando decidió entrar en un monasterio cisterniense recién
[00:16:55] fundado llevó consigo a un grupo de amigos y parientes. Debido a su habilidad oratoria y su elogio del modelo cisterciense, el reclutamiento procedió tan rápidamente que hubo que fundar muchas más casas en rápida sucesión. Fue nombrado Aba de una de ellas en Claraval,
[00:17:14] de la que toma su nombre. Llegó a ser una figura destacada en el mundo monástico y en la política. Hablaba tan bien y de forma tan conmovedora que era útil como emisario diplomático, además de como predicador. Quizá recuerdes que fue una de las principales
[00:17:32] razones por las que las cruzadas fueron capaces de reunir a tantas personas para su campaña. Otros experimentos monásticos no tuvieron tanto éxito. La voluntad de probar nuevas formas de vidas monásticas dio a pie algunos esfuerzos efímeros de los excéntricos. Siempre
[00:17:50] hay quienes que piensan que su idea es la forma en la que se debe hacer. Ya sea porque carece de sentido común o no tiene habilidad para reclutar, se desmoronan. Fueron tantos
[00:18:03] los que se dedicaron a ampliar los límites de la vida monástica que un escritor pensó que sería útil revisar los modos disponibles en el siglo XII. Su obra abarcaba todas las posibilidades, desde los benedictinos y los benedictinos reformados, hasta los sacerdotes
[00:18:20] que no llevaban una vida en un claustro, sino que se les permitía trabajar en el mundo, y las diversas clases de ermitaños. El único rival real de la regla de San Benito fue la
[00:18:30] regla de San Agustín, que fue adoptada por los dirigentes de la iglesia. Estos se diferenciaban de los monjes en que eran sacerdotes que podían participar activamente en la comunidad social más amplia, por ejemplo sirviendo en una iglesia parroquial. No vivían bajo una regla
[00:18:48] monástica que confinaba a un monje de por vida a la casa en la que había sido consagrado. A los sacerdotes que servían en una catedral, por ejemplo, se les animaba vivir en una ciudad,
[00:19:00] pero bajo un código como la regla Agustina, que se adaptaba bien a sus necesidades. En el siglo XII se vio la creación de nuevas órdenes monásticas. En París, los victorinos produjeron destacadas figuras académicas y profesores. Los premostradenses eran un grupo
[00:19:19] de monjes latinos que se encargaron de la ingente tarea de sanar la ruptura entre las iglesias del oriente y del occidente. El problema era que no había un grupo monástico correspondiente en el oriente. Lo retomaremos en este punto la próxima vez.
[00:19:36] El monacato es una parte importante de la historia de la iglesia por el enorme impacto que tuvo en la formación de la fe de los cristianos comunes a lo largo de la Edad Media y hasta
[00:19:47] el Renacimiento. Algunos de los líderes monásticos son los grandes pilares de la fe. No podemos entenderlos realmente sin conocer un poco del modo en el que ellos vivían. Al terminar este episodio, quiero volver a darles gracias a todos los oyentes y suscriptores
[00:20:05] que han dado un me gusta y han dejado comentarios en la página de Facebook de Communo Sanctorum. También me gustaría decir lo agradecido que estoy a los que han ido a la página de
[00:20:15] suscripción de Comuno Sanctorum en iTunes y han dejado una reseña positiva. Hemos desarrollado una gran base de oyentes. Cualquier donación a Comuno Sanctorum se agradece. Por último, para los suscriptores interesados quiero invitarles a escuchar el podcast del
[00:20:32] sermón de la iglesia a la cual sirvo, Calvary Chapel Oxnard. Enseño de forma expositiva a través de la Biblia. Puedes suscribirte a través de iTunes, solo tienes que hacer
[00:20:44] una búsqueda del podcast de la Capilla de Calvary Oxnard o enlazar con la página web de calvaryoxnard.org. Gracias por acompañarnos en Comuno Sanctorum. Realmente apreciamos su sintonía y suscripción.
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